Tanti auguri, Italia…, por Manuel Zaguirre
A los que tenemos una edad y
cierta trayectoria democrática y progresista, lo sucedido en Italia en las
recientes elecciones generales nos provoca angustia y temor al futuro,
pese a que de esto último es de lo que menos tenemos en razón de lo mucho
vivido. Además, ese drama lo sentimos como propio quienes hemos tenido un
vínculo especialmente estrecho con la Italia sindical y socio-política
desde la segunda mitad de los 60 y nos nutrimos en buena medida desde
nuestra primera juventud de aquella luminosa experiencia que fue el
Movimiento Obrero y Sindical italiano de los 60 y los
70.
Es necesario apelar a
la memoria, o a la información quien no la tenga, para saber que Italia
fue hasta hace cuatro días en términos históricos una de las grandes
potencias integrales en el plano europeo e internacional. Cuando digo
integral me refiero a su poderío económico e industrial, obviamente, pero
también a la fuerza y al dinamismo de su sociedad civil organizada en
todos los planos (siempre se dijo que ésta era el gran motor de un país
cuyo Estado era notablemente más débil e ineficiente que la sociedad en la
que se fundamentaba), amén de ser la cuna y el lecho histórico, junto con
Grecia, de nuestro marco civilizatorio, europeo y occidental.
No son sólo palabras
como "Fiat", "Armani", "Gucci", "Visconti", entre tantas otras, que
expresan la universalidad del imaginario italiano; son también hechos tan
importantes como ser Italia el primer destino turístico del planeta, y no
precisamente de sol y playa, ostentar con diferencia una centralidad
mundial en orden a su monumentalidad, producción cultural, artística,
espiritual… Y en lo tocante a la fortaleza de su sociedad civil, hace
apenas 30 años el movimiento sindical italiano, la federación unitaria
CGIL-CISL-UIL, era el más poderoso, autónomo, unitario y combativo de toda
Europa, con tasas de sindicalización superiores a las alemanas o
escandinavas, y sólo comparables a las británicas previas a la masacre
consumada por aquella plaga llamada Margaret Thatcher. Y no fue sólo una
cuestión de cantidad. Aquél movimiento sindical, plural y unitario a la
vez, era una fuente inagotable de cultura social y de valorización
integral del Trabajo como fundamento y motor de la economía, la industria,
el progreso y el país en su conjunto.
En el plano político,
y pese a ser Italia víctima del bloqueo político e institucional provocado
por la "guerra fría", funcionaba sobre dos ejes muy sólidos: la Democracia
Cristiana (DC), un partido de masas y de amplia base popular, y el Partido
Comunista , el mítico PCI, el más democrático, independiente de Moscú y
representativo de todos los occidentales. Imperativos geopolíticos de la
época, la sempiterna "guerra fría", hacían imposible el acceso del PCI al
gobierno pese a representar en torno al 30% del sufragio del pueblo
italiano. Esos imperativos bastardos provocaban gobiernos de coalición
que, aunque pivotados por la DC, llegaron a tener ¡hasta siete partidos!;
auténticos focos de inestabilidad, corrupción y clientelismo. Hasta el
punto que a finales de los 70 tomó cuerpo la hipótesis de un gran
compromiso histórico entre la DC y el PCI para oxigenar la vida política y
el Estado partitocrático. Esa noble tentativa se saldó con el secuestro y
asesinato de Aldo Moro, líder de la DC e impulsor del compromiso histórico
junto a Berlinguer, y el escarnio de ésta por su inacción ante el
secuestro y asesinato de Aldo Moro.
A pesar de todo,
Italia, como la nave, iba…
¿Qué ha pasado para
que Italia derivara sin rumbo hasta el panorama desolador de hoy?, ¿cómo
aquella potencia de pulso firme, aunque de apariencia caótica, puede estar
hoy a merced de un sátrapa que hace de la política un trampolín para
amasar fortunas ilegítimas, como todas, y un parapeto para eludir la
justicia que le investiga y encausa por ello; a merced de un cómico
imprevisible e histriónico y de una Unión Europea sin proyecto ni rumbo
propio que, contaminada de un ultra-liberalismo foráneo, asfixia al sur
sin darse cuenta que la Unión, pese a estar inacabada en lo político,
social e institucional, es ya un todo que sobrevivirá o sucumbirá
junta?.
Contestar a esta
larguísima pregunta requeriría de varios artículos. Pero para que se hagan
una idea, la caprichosa disolución del PCI tras la caída del muro de
Berlín, la práctica demolición de la DC y del cuadro político que sostenía
el Estado desde el final de la 2ª Guerra, a causa de la corrupción, el
efecto de agujero negro que todo ello provocó en la sociedad italiana.
Este cataclismo sucedió en apenas una década, la de los 90. Y con el
inicio de este siglo, el declive de la UE frente al impacto ideológico y
especulativo de este capitalismo globalizado y sin rumbo, también está
entre las causas centrales del difícil momento que atenaza y amenaza a
Italia y, en igual medida, al resto de países del sur y a la Unión en su
conjunto si no hay cambios radicales de las políticas económicas
regresivas y antisociales y erradicación de la especulación financiera y
monetaria. Sin acometer esos cambios ya mismo, seguirá agudizándose la
crisis de credibilidad de nuestras democracias.
Por ahí hay que buscar
las causas y consecuencias, ya sean las específicamente italianas o las
más generales de Europa y, por supuesto, las que afectan a nuestro propio
drama español.
No me alcanza para
consejos o esbozo de alternativas. Sólo para expresar solidaridad con el
pueblo italiano y con la coalición de centro-izquierda que, liderada por
Bersani, un político decente, está llamada a formar gobierno. Y confianza
en que Bersani no caerá en los cantos de sirena que le instan a una
coalición con Berlusconi. Y confianza, por último, en que Beppe Grillo y
su gente, cuando se abran como los melones, lleven dentro más sentido de
progreso y de responsabilidad democrática del que han aparentado en la
campaña electoral.
En todo caso, ¡Tanti
Auguri, Italia!
Manuel Zaguirre
ex Secretario General de Unión Sindical Obrera de España





