Las preguntas del tercer ciclo, por Eduardo Blaustein
Los márgenes de un triunfo electoral, por previsible y holgada que sea la victoria, nunca son desdeñables. Aunque la expectativa central esté depositada en el porcentaje final de votos que obtenga hoy la Presidenta (con la posibilidad de que supere el récord establecido en 1983 por Raúl Alfonsín), hay otras cuestiones en juego: el desenlace en Mendoza; el futuro problemático para figuras que fueron protagonistas de la política argentina (Eduardo Duhalde, Elisa Carrió, Ricardo Alfonsín en mucho menor medida y en los últimos años); el debate interno en el radicalismo, que de hecho viene desde hace muchos años tras desgajamientos y desempeños electorales negativos.
Parte del discurso opositor político y mediático se dedicó a alertar sobre el riesgo de una suerte de control tiránico del Congreso por parte del kirchnerismo. Según el consultor Artemio López, aún en la inminencia de una gran elección el oficialismo no obtendrá quórum propio, aunque sí podrá jugar, según el tema que se debata, con votos que puedan resultar cercanos en valores y proyectos, como los del Frente Amplio Progresista. Esa posibilidad le pone interés al escenario parlamentario que viene y fortalece la posibilidad de más cambios transformadores.
El resultado es tan previsible que lo que más que importa es el contenido preciso de una expresión que hasta hace un tiempo enardecía a la oposición y que para las diversas componentes políticas y culturales del oficialismo no siempre resulta tan nítida: la idea de “profundizar el modelo”.
Descomponiendo esa expresión hay otras que juegan con ella: la de mejorar la distribución del ingreso como tema de fondo, la de la “sintonía fina” en la gestión de diversas áreas de gobierno. Ambas apuestas fueron parte del discurso y los hechos del ciclo cristinista y se pueden sumar las referencias, en la campaña del 2007, al tema de la calidad institucional. Pese a las instalaciones mediáticas, nadie en el oficialismo habló de reforma constitucional.
Y si Eugenio Zaffaroni lo hizo, es por simple continuidad con postulados que sostiene desde hace años en la comparación de los regímenes presidencialistas y los parlamentarios. Sólo como hipótesis, puede decirse que por sus largos años como legisladora, por algunas de las posturas que sostuvo entonces, y quizá por el deseo de dejar otra marca a futuro, es verosímil pensar que Cristina Fernández tenga algún bosquejo de una reforma posible ligada a una idea de democracia de mayor calidad. Momento oportuno para recordar el avance que significó la última ley electoral a la hora de emparejar la posibilidad de acceso a los medios masivos en tiempos de campaña. Hoy, la izquierda puede tener un caudal de presencia mediática no lejano de competidores mucho más poderosos.
La idea abierta de profundización del modelo podría, entonces, tener vinculación con la profundización de la democracia, incluido el ámbito sindical, algo en lo que coinciden desde las dos ramas de la CTA al Cels. Profundización del modelo es también lo que la Presidenta llama más inclusión, más trabajo, más y mejor industrialización, especialmente en regiones expulsoras de población. Contra la tentación de creer que ya se hizo todo en los primeros dos ciclos kirchneristas, habrá que recordar hasta qué punto resultan ofensivos los fenómenos de pobreza extrema que perduran: en las calles céntricas de la Capital, en sus estaciones ferroviarias, en las villas porteñas, bonaerenses o rosarinas, entre las víctimas pobres azotadas en los ámbitos rurales por el castigo de los agrotóxicos.
Hay un escenario fiscal algo más áspero; lo mismo sucede con el superávit comercial. En un mundo incierto, ya sea por necesidad de racionalizar recursos estatales o de no asignarlos a quienes no lo necesitan, ¿se recortarán subsidios a los transportes o a la energía? El Gobierno no suelta prenda al respecto.
Un número importante de funcionarios históricos dejarán sus puestos, algunos de ellos están muy ligados al corazón político y afectivo de la historia kirchnerista, desde los tiempos pingüinos y los del grupo Calafate. Llegará obligadamente un tiempo de mayor renovación generacional con cuadros capaces que no necesariamente pertenecerán a las huestes de La Cámpora, tan satanizadas por ciertos medios.
Hay un aspecto incierto, preocupante, de lo que surgirá hoy: el país necesita de una oposición consistente que nutra a la democracia, no necesariamente por la idea republicana de control, que es legítima, sino para enriquecer el debate, para proponer nuevas agendas transformadoras, para que los próximos equipos de gobierno se vean obligados a superar sus propias marcas.
Eduardo Blaustein
fuente Miradas al Sur





