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Enrique Peczak, a 3 años de su partida.

Y no fue la única vez que su corazón iba a latir tan fuerte, marcando el ritmo de una vida intensa en la necesidad de estar, sufrir y luchar por el otro y con el otro. Nació en Los Heraldos, Misiones, hacia fines de 1948, lugar de donde nunca quiso irse pero desde donde partió tantas veces en busca de una sociedad más justa.

Fue creciendo en un mundo de ironías capitales, vio al que mucho trabajaba en la mucha miseria, a la mucha gente en la poca tierra, y al que sólo-se-tiene en la angustia de no tener. Y fue ante las injusticias de otros sobre propios que se asumió como uno más, y ante las paradojas de un campo inmenso, pero ajeno, que se declaró compañero. Así, con estos títulos de noble sin Nobleza, se hizo hombre de corazón en los tiempos que vivió.

Y aquel mundo, procesado en mirada crítica, y aquella mirada, conducida a la acción concreta, fue tomando verdadera conciencia de quienes somos, para que y para quienes; y el sentido común narcotizante fue en sus pensamientos cercándose, en el imperativo urgente de quienes debemos ser y en la posibilidad de construir lo que seremos. Y desde aquella conciencia y sueños emergentes fue tomando forma una idea, fue gestándose un sueño. El 28 de agosto de 1971 funda junto a su hermano Pedro, luego asesinado por la dictadura, el Movimiento Agrario de Misiones (MAM); y cómo no imaginarse en aquel momento el latido de aquel corazón ucraniano.

Al poco tiempo, un 24 de enero de 1972, el MAM propinó la primera huelga de té por el reclamo de un precio justo. En abril de 1973, más de 7 mil colonos irrumpieron en Posadas para hacer oír sus reclamos. Guiados en los ejemplos de los sacerdotes del Tercer Mundo y los ideales de las Ligas Agrarias, “queríamos dejar de ser los pisoteados de siempre y lo logramos. Por eso después se ensañaron tanto contra nosotros". Las movilizaciones en Oberá y en toda la provincia de Misiones lograron la creación del Instituto Provincial de Industrialización y Comercialización Agropecuaria y Forestal y en agosto de 1974 consiguieron la primera ley del té.

Instalada la dictadura aquel hombre ya había sumado demasiada dignidad, demasiado hombre nuevo para que su persecución no se hiciera esperar. "Estábamos muy cerca de la frontera para huir, pero eso era darle la razón a ellos. Así que lo primero que hice fue inventar algún pretexto para pelearme con mi compañera. El militante pasa sus días racionalizando el mundo en su suburbio de ideologías, pero jamás podría hacerlo sino como consecuencias de un acto de ternura y amor, el que constantemente lo determina. Su corazón volvió a latir como la primera vez: “la tenía que salvar a ella, así que me separé.”

EL 15 de octubre del 76´ el ejército irrumpe en su hogar materno. Atado y amordazado lo colgaron con las manos atrás de un árbol y, en esa posición, lo torturaron desde el mediodía hasta el atardecer. En frente suyo escuchaba a su madre que repetidamente gritaba “no lo maten”, -el corazón no le latía más de lo que temblaba-, hasta que dos manos, tal vez por algún tipo de piedad filial, golpearon brutalmente sus odios y el zumbido le duró varios meses. Aquí y allá vuelven a golpearlo hasta que su garganta colgando de una soga disminuye los latidos…pero su corazón resiste, y en ese acto de valor, el precio del silencio vuelve irresistible la decisión ajena del tormento. (Nunca Más, informe de la CONADEP)

Estuvo ocho años preso en 14 cárceles distintas de norte a sur del país. Golpes, torturas y un ataque de tartamudez del que pudo recuperarse recién en la libertad. “Decían que mi delito era hacer pensar a la gente y que seguro que si salía lo iba a volver a hacer. Y yo les decía que claro, que eso estaba bien y que no veía ningún delito en eso. Y ahí nomás me volvían a garrotear.”

Un año entero pasó encerrado en un cubículo de 2 por 2, las 24 horas al día. El guardia que le llevaba la comida tenía orden de no hablarle, el aislamiento era total, encontrando en prosas sin papel, que día a día mejoraban las rimas en su mente, el modo de escaparle a la locura.

El 28 de diciembre de 1983 recuperó la libertad. Y regresó a Oberá, al paraje Los Helechos. "Volví al mismo lugar para demostrarles que con la tortura no pueden cambiar los principios ni los ideales. Que no ganaron. Así que volví a trabajar con los productores explotados del té y de la yerba, para organizarlos y pelear contra las multinacionales. Y lo logramos". "Cuando salí de la cárcel me di cuenta de la cantidad de gente que ya no estaba más y del miedo que había. La primera reunión a la que convocamos fueron 6 productores. Hoy somos más de 2.500 colonos en Misiones capaces de poner el precio a lo que nosotros producimos. Y nuestro producto ya está en Buenos Aires, en Rosario, en distintas ciudades. Se llama "Titrayju" que quiere decir "Tierra, trabajo y justicia".
 
Uno no quiere pensar que ya no estará más, porque dicen que "estará siempre, en cada niño que camine descalzo sobre la tierra roja; en cada mujer que se despierte antes de amanecer para dar de comer a los animales de la chacra; en cada campesino que nos tienda las manos curtidas por la tarea; en cada joven que se rebele contra la opresión..."

Cuando la mayoría de nosotros conocimos por primera vez a Enrique Peczak sabíamos por su historia que estábamos frente a un grande, a un luchador incansable, en adelante más cerca nuestro como Presidente del Consejo Directivo del CIPAF…era un orgullo. Se notaba en su rostro el rostro de un buen tipo, y siendo interlocutores de retazos de historias contadas por él mismo, nos preguntábamos cómo la sonrisa puede resistir a tanto golpe y terror, como aquella puede perdurar como marca intangible a todas las marcas de un cuerpo pisoteado, ahorcado, cortado. Enrique nos deja una mirada que nos hace mirar, entre triste y profunda, pero por siempre eterna. Aquel hombre del acento distinto, la mirada perdurable y la sonrisa tierna; quien sabe cómo se las ingeniará para ayudar en adelante, quien sabe si será verdad que su corazón dejó de latir, si en el cuerpo de muchos se hace carne su ejemplo. En nosotros, que poco lo conocimos, por siempre presente.

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